El final de la Guerra
Civil supuso un corte en la cultura española. España quedó dividida entre los
vencedores y vencidos, siendo estos últimos los que se vieron obligados a
exiliarse o a vivir en un régimen que en nada se parecía a la democracia. Los
republicanos eran los más ligados a la educación y a la cultura por lo que el
número de exiliados y encarcelados fue tremendamente alto. Es por eso, que muchos de ellos marchan a
Francia en primer lugar a Francia pero debido a la invasión nazi se ven otra
vez forzados a marchar, esta vez a México o Argentina. En esta época, esos países
alcanzan un gran desarrollo cultural. Hubo una división en la literatura
española del momento, la literatura de la península y la de los exiliados.
Los vencedores de la
Guerra Civil pierden toda propaganda en el exterior ya que muchos países son
simpatizantes del bando republicano. Sin embargo, los escritores afines al
régimen luchan por revivir la literatura. Es el caso de Juan Aparicio que se
dedica a crear revistas literarias con el dinero público. Todo lo que aparecía en
estas revistas era controlado y no se trataba la realidad social del momento.
Una de las revistas más características del Franquismo es La Estafa Literaria, una copia de la Gaceta Literaria de Ernesto Giménez Caballero. Era una revista muy
colorida, con muchas colaboraciones y tertulias y carecía de publicidad. Otras
revistas similares a esta son Fantasía o El Español.
También existían revistas
dedicadas a la poesía como Garcilaso
o Espadaña. Estas dos revistas mantenían
un enfrentamiento estético y político que encubrían con la poesía. Los
colaboradores de la revista Garcilaso
formaban parte de la Juventud Creadora (José García Nieto), esta revista se
había creado como homenaje al escritor del que coge el nombre e intentaba
enlazar la España tradicional con la imperial, su poesía era de corte tradicional
y medidas clásicas. En la revista Espadaña
destacaba Victoriano Cremer y se centraba en una poesía dura, angustiosa,
relacionada con el existencialismo francés y que intentaba reflejar la realidad
social del momento.
En 1944, Dámaso Alonso
escribe Hijos de la ira que ayuda al
resurgir de la poesía. En los años 50, aparece la poesía social, una revolución
estética que se centra en los problemas de la calle. Comienzan a utilizar el
verso libre y un vocabulario común, es una poesía llena de rabia y violencia.
Destacan Blas de Otero con obras como Ángel
fieramente humano o Gabriel Celaya con Tranquilamente
hablando.
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